El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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sábado, 29 de octubre de 2011

Agua

   El Primer Principio, según Tales de Mileto, fue el Agua. Así lo dejó dicho Plutarco: “También Homero, al igual que Tales, quien lo aprendió de los egipcios, pone al agua como principio y génesis de todas las cosas” (De Isis y Osiris, 34).  Y antes de Plutarco, Aristóteles caracteriza este arjé o principio de la naturaleza como aquello que permanecería cual sustrato de los sucesivos cambios, indicando así el sentido habitual de este término, arjé: dícese de lo que está en el origen y actúa como causa de lo que hay ahora. Las cosas fueron Agua, y de algún modo siguen siendo Agua en el fondo de su ser (Metafísica, A, 983 b 6 ss). Que Tales adquiriera o descubriera esta idea en Egipto o de sus observaciones en torno, en una geografía marcada por la inmensidad de los océanos y la imposibilidad de cruzarlos con facilidad, es ya un detalle debatible; pero sin duda concuerda con el sentimiento ingenuo de todos los que han sentido el golpe del mar en la infancia, por ejemplo Karl Jaspers:

   “Una tarde mi padre, con su pequeño de la mano, echó a andar playa abajo; la marea estaba muy baja, y el camino hasta el agua a lo largo de aquella arena limpia y fresca era muy largo; sobre ella yacían medusas y estrellas de mar. Me encontraba como hechizado sin caer en la cuenta de ello. Fue entonces cuando irreflexivamente experimenté la inmensidad. Desde aquel día, el mar es para mí el trasfondo de la vida sin más (…). En contacto con el mar uno se encuentra ya de antemano preparado para filosofar. Así me sucedió a mí, inconscientemente, desde la niñez. El mar es símbolo de libertad y trascendencia. Es como una revelación encarnada del ser de las cosas. El filosofar lleva en sí la exigencia de mantenerse a flote sabiendo que en ninguna parte se halla un fundamento sólido, pero que precisamente así nos hablará el fundamento de las cosas. El mar patentiza esa exigencia. En él no hay ningún tipo de encadenamiento. Eso es lo que hace de él una realidad misteriosamente única. (…) Me parece la cosa más natural del mundo que Tales comience su filosofía con el agua.” (Entre el destino y la voluntad. Madrid: Guadarrama, 1969, pp. 21-22]

Karl Jaspers (1883-1969)

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