El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

BÚSQUEDA EN EL BLOG

miércoles, 26 de octubre de 2011

La cebra cuentista

   Había una vez un gato siamés que fingía ser león y hablaba contra natura el cebraico.
   Este idioma es relinchado por la raza de caballos con rayas africanos.
   En cierta ocasión, una inocente cebra estaba caminando por la selva y, acercándose desde otra dirección, llega el gatito. Se encuentran.
   —¡Hola! —dijo el gato siamés pronunciando un perfecto cebraico—. Hace un día verdaderamente hermoso, ¿no es cierto? El sol brilla, los pájaros cantan… ¡El mundo es un lugar adorable para vivir!
   La cebra estaba tan asombrada de escuchar al gato siamés hablando como una cebra que se quedó paralizada.
   Entonces el gatito la apresa y asesina, llevándose las mejores partes del cadáver a su guarida.
   Durante varios meses, el gato caza cebras y cena filet mignon por las noches. Hasta se hace corbatas de lazo y anchos cinturones con los mejores cueros, a la moda de los decadentes príncipes de la Antigua Corte Siamesa.
   Luego empezó a alardear ante sus amigos diciendo que era un león, y como prueba ofrecía el hecho de que cazaba cebras.
   Las cebras, gracias a su delicado olfato, sabían que en realidad no había ningún león en los alrededores, pero las muertes provocaban que muchas evitaran la región. Como eran supersticiosas, se dijeron que la selva estaba encantada por el fantasma de un león.
   Un día, la cebra cuentista se hallaba paseando. Por su mente cruzaban argumentos de historias para divertir a las otras cebras cuando, repentinamente, sus ojos brillaron y se dijo:
   —¡Eso es! ¡Les contaré una historia sobre un gato siamés que aprende a hablar nuestro idioma! ¡Qué historia! ¡Se van a reír mucho!
   Justo en ese momento apareció el gato siamés delante de ella, diciendo:
   —¡Hola! Hermoso día, ¿no es cierto?
   La cebra cuentista no se quedó paralizada al escuchar a un gato hablando en su idioma, porque precisamente se lo había estado imaginando un momento antes.
   Examinó detenidamente al gato. No sabía por qué, pero algo en su aspecto no le gustaba, así que le dio una coz y lo mató.
   Esta es la función del cuentista.
Spencer Holst (1971)
Spencer Holst (1926-2001)


No hay comentarios: