El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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miércoles, 17 de octubre de 2012

El Prometeo de Platón



   
   Hubo una vez un tiempo en que existían los dioses, pero no había razas mortales. Cuando también a éstos les llegó el tiempo destinado de su nacimiento, los forjaron los dioses dentro de la tierra con una mezcla de tierra y fuego, y de las cosas que se mezclan a la tierra y el fuego. Y cuando iban a sacarlos a la luz ordenaron a Prometeo y a Epimeteo que los aprestaran y les distribuyeran las capacidades a cada uno de forma conveniente. A Prometeo le pide permiso Epimeteo para hacer él la distribución. "Después de hacer yo el reparto, dijo, tú lo inspeccionas". Así lo convenció, y hace la distribución. En ésta, a unos les concedía la fuerza sin la rapidez y a los más débiles, los dotaba con la velocidad. A unos los armaba y, a los que les daba una naturaleza inerme, les proveía de alguna otra capacidad para su salvación. A aquellos que envolvía en su pequeñez, les proporcionaba una fuga alada o un habitáculo subterráneo. Y a los que aumentó en tamaño, con esto mismo los ponía a salvo. Y así, equilibrando las demás cosas, hacía su reparto. Planeaba con la precaución de que ninguna especie fuera aniquilada.
   Cuando les hubo provisto de recursos de huida contra sus mutuas destrucciones, preparó una protección contra las estaciones del año que Zeus envía, revistiéndolos con espeso cabello y densas pieles, capaces de soportar el invierno y capaces, también, de resistir los ardores del sol, y de modo que, cuando fueran a dormir, estas mismas les sirvieran de cobertura familiar y natural a todos. Y los calzó a unos con garras y revistió a los otros con pieles duras y sin sangre. A algunos les concedió que su alimento fuera devorar a otros animales, y les ofreció una exigua descendencia, y, en cambio, a los que eran consumidos por éstos, una descendencia numerosa, proporcionándoles una salvación a la especie. Pero. como no era del todo sabio Epimeteo, no se dio cuenta de que había gastado las capacidades en los animales; entonces todavía le quedaba sin dotar la especie humana, y no sabía qué hacer.
   Mientras estaba perplejo, se le acerca Prometeo que venía a inspeccionar el reparto, y que ve a los demás animales que tenían cuidadosamente de todo, mientras el hombre estaba desnudo y descalzo y sin coberturas, inerme. Precisamente era ya el día destinado, en el que debía también el hombre surgir de la tierra hacia la luz. Así que Prometeo, apurado por la carencia de recursos, tratando de encontrar una protección para el hombre roba a Hefesto y a Atenea su sabiduría profesional, junto con el fuego -ya que era imposible que sin el fuego aquélla pudiera adquirirse o ser de utilidad a alguien- y, así, luego la ofrece como regalo al hombre. De este modo, pues, el hombre consiguió tal saber para su vida; pero carecía del saber político, pues éste dependía de Zeus. Ahora bien, a Prometeo no le daba ya tiempo de penetrar en la acrópolis en la que mora Zeus; además los centinelas de Zeus eran terribles. En cambio, en la vivienda común de Atenea y de Hefesto, en la que aquéllos practicaban sus artes, podía entrar sin ser notado, y así robó la técnica de utilizar el fuego de Hefesto, y las otras que pertenecen a Atenea, y se las entregó al hombre. Y de aquí resulta la posibilidad de la vida para el hombre; aunque a Prometeo luego, a través de Epimeteo, según se cuenta, le llegó el castigo de su robo.
   Puesto que el hombre tuvo participación en el dominio de lo divino a causa de su parentesco con la divinidad, fue, en primer lugar, el único entre los animales en creer en los dioses, e intentaba construirles altares y esculpir sus estatuas. Después, articuló rápidamente, con conocimiento, la voz y los nombres, e inventó sus casas, vestidos, calzados, coberturas y alimentos del campo. Una vez equipados de tal modo, en un principio habitaban los humanos en dispersión, y no existía ciudades. Así que se veían destruidos por las fieras, por ser generalmente más débiles que aquéllas; y su técnica manual resultaba un conocimiento suficiente como recurso para la nutrición, pero insuficiente para la lucha contra las fieras. Pues aún no poseían el arte de la política, a la que el arte bélico pertenece. Ya intentaban reunirse y ponerse a salvo con la fundación de ciudades. Pero, cuando se reunían, se atacaban unos a otros, al no poseer la ciencia política; de modo que de nuevo se dispersaban y perecían.
   Zeus, entonces, temió que sucumbiera toda nuestra raza, y envió a Hermes que trajera a los hombres el sentido moral y la justicia, para que hubiera orden en las ciudades y ligaduras acordes de amistad. Le preguntó, entonces, Hermes a Zeus de qué modo daría el sentido moral y la justicia a los hombres: "¿Las reparto como están repartidos los conocimientos? Están repartidos así: uno solo que domine la medicina vale para muchos particulares, y lo mismo los otros profesionales. ¿También ahora la justicia y el sentido moral los infundiré así a los humanos o los reparto a todos?". "A todos, dijo Zeus, y que todos sean partícipes. Pues no habría ciudades, si sólo algunos de ellos participaran, como de los otros conocimientos. Además, impón una ley de mi parte: que al incapaz de participar del honor y la justicia lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad".

Platón: Protágoras, 320c-320d


Prometeo (1636-1637), de Rubens (Museo del Prado)

Recorrido:

El Prometeo original de Hesiodo (siglo VIII a. C.)
El Prometeo filosófico de Platón (inicios del siglo IV a. C.)
El Prometeo romántico de Goethe (1774)
El Prometeo metafórico de Kafka (1919)

3 comentarios:

Ana Pecado dijo...

Ahora entiendo por qué la moral es tan diversa en este mundo...
¡Era una falsa y un cuento!
La moral no es... Bueno... es, pero en nuestra imaginación.
Y por eso quienes más imaginación tienen por consiguiente tienen más moral.
¡Me dejas ver la luz Benito!
¿Qué te parece mi teoría?

Pilar González dijo...

Es la narración creacionista más hermosa que he leido jamás. Como todas, refleja la mentalidad de la sociedad que la creó.

Me produce vértigo también, desde ese momento histórico, mirar atrás e imaginar lo antigua que debía ser ya entonces la narración del momento tecnológico culmen de la humanidad (el dominio del fuego), y por otra, lo poco que hemos cambiado nosotros desde entonces.

La tecnología avanza muy rápido, pero ¿y nosotros?¿la seguimos?¿ por qué los clásicos siguen vigentes a la hora de explicar nuestra psique?

benariasg dijo...

Me temo, Ana, que has convertido a Platón en su némesis, el extramoral Federico,
Platón cuenta con un mito algunas de las características de la moral y la política. Decir de algo que tiene origen divino, aquí, es como decir que es "por naturaleza". El fuego (símbolo de la racionalidad) tiene origen divino o es natural en el ser humano, y es la capacidad que permite adquirir conocimientos, ya sean útiles como los técnicos, o prácticos como los relativos a la moral y la política. Lo que distingue a unos de otros es que los técnicos son propios de especialistas y se pueden enseñar, mientras que los morales y políticos son propios de todos y deben poseerlos todos los ciudadanos. El problema que se plantea el diálogo es si la virtud (el conocimiento moral) se puede enseñar o no; pero no llega a una conclusión clara porque es un diálogo aporético, de la primera época de Platón, cuando escribía de esta manera tan bella y sugerente y hasta podía parecer, como le ha ocurrido a Ana, que era relativista.
Creo que la actualidad de Platón y tantos otros clásicos, Pilar, es que
a su manera ya vieron problemas que aún están vigentes, por ejemplo aquí está la diferencia entre un saber sometido a leyes naturales o científicas y otro, el de la organización política y la virtud moral, igualmente necesario pero que no se rige de igual manera y sin embargo es tan importante como para irnos en él la vida.